Sabías que ?
En lo alto del gélido silencio de los Alpes de Ötztal, un hombre yacía congelado en el tiempo, oculto bajo la nieve y el glaciar durante más de 5000 años. Cuando unos excursionistas descubrieron su cuerpo en 1991, no tenían ni idea de que se habían topado con uno de los mayores hallazgos arqueológicos de la historia moderna.
Se le conocería como Ötzi, el Hombre de Hielo, un viajero de la Edad de Cobre que murió alrededor del 3400-3100 a. C. Pero no murió en silencio. Una flecha le atravesó el hombro, destrozándole huesos y vasos sanguíneos. Sufrió una herida en la cabeza. Y su mano tenía la marca de una pelea, apenas unos días antes.
A su lado estaban sus herramientas: un hacha de cobre, un cuchillo de sílex y un largo palo de madera, que más tarde se confirmó que era un arco. Su carcaj aún contenía flechas, algunas terminadas, otras a medio hacer. Vestía un abrigo, polainas, un cinturón y un taparrabos, todos hechos de piel de animal, y una gorra de piel de oso para protegerse del frío. Incluso sus zapatos estaban rellenos de hierba para abrigarse. Cerca de él yacía un armazón roto, probablemente los restos de una mochila.
Ötzi también llevaba recipientes de corteza de abedul, uno de los cuales contenía carbón vegetal y hojas de arce, indicios de la fabricación de fuego o la medicina. Su estómago, milagrosamente conservado, aún contenía su última comida: carne, fruta, cereales y plantas: una dieta tan práctica como reveladora.
¿Pero quizás el descubrimiento más inquietante? 61 tatuajes, realizados cortando la piel y frotando carbón vegetal, probablemente para aliviar el dolor, que marcan la forma más antigua conocida de tatuaje terapéutico.
Hoy, Ötzi descansa en el Museo de Arqueología del Tirol del Sur, en Italia, todavía vestido con la ropa que usó cuando murió. A través de la ciencia y el tiempo, susurra desde un mundo que ya no existe, recordándonos lo mucho que podemos aprender de quienes caminaron antes que nosotros.
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